RADIOGRAFÍA DE UNA CANCIÓN
Por Antonio Esteban González
Joaquín Prieto puso música a un
poema sentimentaloide que no permite siquiera un análisis poético pero que,
musicalmente, fue un éxito entre los jóvenes
-y las “jóvenas”, como diría una ministra- del mundo entero.
En la foto, como en la canción
“blanca y radiante va la novia”, que ya no era novia sino señora casada y,
detrás, sin aparecer en la imagen de
Kiko el Curioso, le seguía, para no perderle la pista, su novio amante. Hasta
aquí, la similitud de la foto con novia y la canción “La Novia”
Y resulta que, en la canción, al
unir sus corazones, -que son dos simples
músculos- según Antonio y Joaquín Prieto
se romperían las ilusiones de aquella moza chilena.
La novia -no la de la foto- lloraba ante el altar como era obligatorio y
lloraría su mamá y su abuelita porque las abuelitas y las mamás siempre
lloraban en estas ceremonias. Pero, a lo que parece aquella novia lloraba de
pena y, aún más, mentiría al decir “sí quiero” y al besar la Cruz. Es más, al
besar la cruz, pediría perdón porque no se casaba con quien ella quería aunque
no sabemos cuál era el motivo de no casarse con el novio al que quería. Eso
nunca nos lo explicaron los hermanos Prieto, que habían nacido en Iquique.
No es, éste, el caso de Lita,
hija de Manuel Quindós que casaba en 1960 con Pepín Prada en el Santuario de la
Virgen de la Quinta Angustia, a orillas del Cúa.
Y allí estaba, para dar fe del
acto Tin Rodríguez, hijo de Albertín, que ya soñaba con equipos de fútbol, pero
esa es otra historia que tal vez sea contada en otra ocasión.
Dejemos aquí, hoy, una foto que
tiene a sus espaldas cincuenta y seis años. O sea, toda una vida.
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