miércoles, 2 de diciembre de 2015

Quino el herrero, el hombre que bautizó a La Moncloa



Quino el herrero delante de su casa en Cimadevilla


Ayer enterrábamos a Quino el herrero, Joaquín Pestaña Guerrero, uno de los pocos personajes que ponía una nota diferente a Cacabelos y el primero en saludar a los peregrinos que bajaban desde el campo de San Bartolo hacia Santiago de Compostela.
Era un hombre de fácil conversación. Siempre estaba dispuesto para hablar con unos y con otros a su paso por delante del taller. Me hacía gracia su forma de recibir las opiniones ajenas como si las aceptase plenamente:
-¡Ay amigo! Así me gusta, pero…y  a continuación expresaba sus argumentos contrarios a lo escuchado. Una forma de rebatirlos con su particular educación.
Recordaba tiempos de su niñez repartiendo el Diario Pueblo –periódico sindicalista fundado en 1940-  a los suscritos de Cacabelos porque su familia tenía en aquellos años la exclusiva de la distribución. También evocaba el trabajo en la Minero de Ponferrada haciendo el viaje todos los días en bicicleta o las fiestas de su barrio: El corpus, San Roque…con alguna que otra barrabasada que con el tiempo ya solo provocan risa.
La última charla que mantuve con él fue el siete de noviembre pasado con motivo de la celebración del magosto en la residencia El Humeral. Allí vivó los últimos años Se mostraba contento y animado, como en otras ocasiones en las que le pregunté por su salud y su nueva casa. El afecto y buena atención de la dirección y empleadas fueron decisivos para su total adaptación al régimen residencial. Solamente se quejaba de los problemas con las piernas que le obligaban a utilizar una silla de ruedas, pero aún sentado en ella se lanzaba a echar un baile si había una buena moza que se lo pidiese. Enseguida aparecían chiribitas en sus ojos ante la presencia de una hermosa mujer.
En 1977 Prada había comprado e iniciado la restauración del caserón de Cimadevilla que siglos antes había albergado el Hospital de San Lázaro. Pared con pared tenía Quino su taller de herrero, un buen punto de observación de las obras de la futura Moncloa. Pasaban los días, los meses e incluso  los años y las obras no concluían. La complejidad y la duración de las obras –concluirían en 1982-  le daban pie a repetir el  mismo comentario:
-Esto va a ser como La Moncloa, en referencia al palacio madrileño que en aquellos años –comenzaba la democracia- se acababa de destinar a residencia de los presidentes de España.
Tantas veces repitió la frase que el mismo Prada aceptó el nombre para designar su proyecto hostelero. No hacía falta pensar mucho más. Más tarde se prolongó con el título de San Lázaro, La Moncloa de San Lázaro, para marcar bien las diferencias y disipar dudas con La Moncloa de la capital, no fuese a haber alguna confusión a pesar de la distancia. Cada uno lo suyo.
Todos conocíamos su manía –el que esté libre de pecado…- de guardar todo cuanto considerase ser útil todavía o  poder serlo en el futuro, pero sobre todo acumulaba periódicos,  revistas, boletines informativos, publicidad impresa…que saturaban su casa:
-Te tengo que enseñar un libro que tiene todo lo que se sabe –me dijo varias veces- la historia, las matemáticas, las enfermedades…todo. Cuando lo encuentre, te lo dejo. Te va a gustar.
-Será una enciclopedia, sugería yo.
-No, es un libro con todo, todo, todo lo que quieras saber, todo.
No apareció. Nos tocará repasar sus páginas con Quino ya en otro lugar.

3 comentarios:

  1. Gracias por estas bonitas palabras sobre mi tío. Un hombre cariñoso, humano, cercano, humilde, educado, amable y sobre todo, de un gran corazón.
    Te quisimos mucho y te seguiremos queriendo estés donde estés. Un beso muy grande de tus sobrinos y tus sobrina-nietas desde Donosti. Igor, María, Elene y Malen.

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  2. dep quino un gran vecino, amigo y buena persona.

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  3. Quino siempre estará en el recuerdo de mi familia.
    Da recuerdos a Leles y a Concha cuando te encuentres con ellos, seguro que volverán a sonreír cuando os encontréis y pasaréis largas tardes de charlas como hace años.

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