miércoles, 16 de diciembre de 2015

Imágenes y recuerdos de Cacabelos (CLXXXIX)






CIPRIANO, EL RETRATISTA (II)
Por Antonio Esteban González


No sabemos si a Cipriano, el hombre elegante de la foto, lo cristianaron con este nombre porque nació el 26 de Septiembre, fecha en la que la Santa Madre  Iglesia celebra la fiesta de san Cipriano y Santa Justina, mártires-  (Dice Jerónimo Cortés en su LUNARIO PERPETUO, sobre el mes de Septiembre que si en este mes se oyesen los primeros truenos señalarían, éstos, sequedad a primero de mayo y humedad a la postre; abundancia de pan y amenaza de muerte a gentes populares en los reinos en los que se oyesen los truenos).
Esta curiosidad aparte, nuestro espacio trae, de nuevo, una foto de Cipriano, el retratista. Y la trae porque algunas de las fotos que han ido apareciendo a lo largo de muchos meses  llevan la firma de Cipriano, un hombre que nos ha dejado un legado inapreciable: la historia fotográfica de la villa que, poco a poco va saliendo a la luz.
Ya dijimos hace meses que Cipriano se dedicó a la fotografía  porque aprendió fotografía  en la mejor escuela: la calle con aquellas cámaras “Kodak” que funcionaban con  carrete o placa de cristal como negativo.
Lo cierto es que este hombre de la foto y con quien Cacabelos tiene una deuda, era un gran profesional. Hoy aquellas imágenes suyas, de ayer, nos muestran un Cacabelos lejano  -o no tan lejano- pero  nostálgico.
La foto  que presentamos es de estudio y puede servir para  interpretar la forma de vestir de nuestros abuelos: camisa blanca, cuello almidonado, corbata de pajarita; flor en la solapa y pañuelo en el bolsillo de la americana; puños de la camisa con gemelos  y la americana   -muy “chic”-  más bien larga, según la moda.
Eran habituales estas fotos de estudio en donde nada se dejaba al azar: la postura  o la iluminación y  no  olvidemos que el fotógrafo,  para que el fotografiado no se distrajese decía: “¡ Atención al pajarito..¡”.
Una foto,  -hecha en Argentina-  en fin, como muchas fotos, nostálgica que nos devuelve a un tiempo que no conocimos y que, a buen seguro, nunca volverá.

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