miércoles, 12 de agosto de 2015

Imágenes y recuerdos de Cacabelos (CLXXI)


 LA IMPORTANCIA DE SER MONAGUILLO
Por Antonio Esteban González
Eso era antes, válgame Dios. Antes, sí era importante ser monaguillo, sobre todo, ante los amigos porque comías hostias  -sin consagrar-  y bebías el vino dulzón que fabricaba en Villafranca el Padre Pérez, de los Paúles e, incluso, presumías de saber latín. “Ad Deum qui laetificat juventutem meam” o a decir palabrotas, que no eran palabrotas, pero lo parecían, también en latín: “Abrenuntias Satana?”, decías con voz cavernosa y tronituante y tú mismo respondías: “Abrenuntio”.Y, por presumir, presumías, también, de ser la mano derecha de don Desiderio o sea, el hombre confianza y el que le ayudaba a vestir aquellos ropajes a los que llamaban sagrados: amito, alba, cíngulo, manípulo, estola y casulla o la capa pluvial que se usaba en los entierros y en las procesiones o te ocupabas del acetre que es el calderín del agua bendita o el hisopo con el que se asperjaba  - o rociaban-  los féretros.

El monaguillo o monecillo como decían los Diccionarios era un cargo menos importante que el de sacristán, oficio, en su momento, bien remunerado por la feligresía o sea, por los parroquianos de la parroquia y permítaseme la redundancia que subvenía, también a las necesidades del párroco. Hoy ya no sucede así. Los tiempos han cambiado y, sino, que se lo pregunten a los cuatro monaguillos que aparecen en la foto: Roberto Carballo y Luís Coca, detrás y Paco Coca y Luso Reimóndez, delante que eran monaguillos  -o monecillos-  en tiempos de don Desiderio, un tiempo ya ido y que nos recuerda, como es lógico otros años que no volverán.


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