CARNAVAL, CARNAVAL (III)
Por Antonio Esteban González
A quien esto escribe y, seguramente, a quienes esto lean,
les gustaría volver a sus años niños, cuando merendábamos pan con
chocolate -y no hamburguesas grasientas-
; cuando jugábamos a “tres en raya” y, no, a “matar marcianitos” con algún
juego -violento y de moda-; cuando
te obligaban -o no, pero lo
hacías- a rezar lo de: “Santa Mónica
bendita, madre de San Agustín, a Dios entrego mi alma que yo me voy a dormir”;
cuando degustabas, los domingos un arroz con menudillos de pollo y, no,
sucedáneos; cuando gastabas una peseta
-o un duro- en un helado de
vainilla y no en un polo de fresa que no
sabe a fresa o cuando te divertías, en
los carnavales, vestidos con disfraces que, en una noche, preparaban las mamás:
vestidos de gitanas para ellos y camisas vaqueras para ellos. Y castañuelas. Y
pistolas de mentirijillas y una estrella de latón en el pecho diciendo que eras
el “sheriff” de un lejano poblado de Oklahoma. Esos eran nuestros carnavales.
(Existían, claro está, las Bulas que vendía don Celso o don Antonio para que
uno pudiera olvidar el ayuno o pudiera comer carne cuando no se podía comer
carne o mantenías discusiones bizantinas sobre si el pulpo era
carne o era pescado y si comías pulpo
-eso decían- tenías que
confesarte. Todo eso ocurría en Cuaresma que era -es-
una época que viene después de Carnaval o sea, después del miércoles de
ceniza).
Hoy no es ayer, pero los carnavales o carnestolendas siguen
celebrándose con su parafernalia adjunta.
La vida cambia -ha
cambiado- pero quedan cosas que, en el
fondo, no cambian, como, por ejemplo,
los Carnavales: don Carnal y doña Cuaresma .
Más les importaban a los niños de la foto el Carnaval -tiempo de disfraces- que la Cuaresma, tiempo de ayuno.
Ellos son: Luisín, el de Coca, su primo Tinín y el primo de
ambos, Chalo y, más a la derecha, Roberto Carballo. Detrás, Rafa cuyo padre ,
Gayoso, trabajaba en las oficinas de don Antonio Guerra y un poco más a la
derecha, Mayita.
Una foto de ayer, vista hoy.
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