Los reverendos Pedro y Óscar se encargaron de oficiar el funeral |
Un año más los cacabelenses se vistieron de luto y
entre grandes lamentos y ríos de lágrimas de cocodrilo despidieron a la sardina.
El entierro de la sardina, esta ceremonia
histriónica y bufonesca, puso fin al Carnaval recorriendo durante las primeras
horas de la noche las gélidas calles de
Cacabelos. Un numeroso grupo de viudas desesperadas, desmesuradas plañideras y
rigurosos caballeros enlutados acompañaron a la carroza fúnebre hasta arrojar a
la sardina a las aguas del Cúa (en Cacabelos lo del entierro es un hablar).
Y como las
penas con pan son menos penas, los sufridos penitentes regresaron a la
Plaza Mayor para disfrutar de la Sardinada Popular (sardina, pan y vino gratis
para los disfrazados y 50 cts. para los
civiles). Fue la mejor manera de despedir esta fiesta que coincide con el
Miércoles de Ceniza, comienzo de la Cuaresma, cuarenta días de austeridad y
recogimiento para los cristianos, en contraposición al carnaval, que representa
la juerga y el desenfreno.
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