martes, 10 de junio de 2014

El cuadro de la semana: Urueña


Esta semana es el poeta y ensayista peruano Alfredo Alencart quien nos hace llegar su experiencia ante el cuadro “Urueña” expuesto en la Retroespectiva de José S. Carralero en el Museo Municipal.
Alencart reside en Salamanca donde es profesor de Derecho del Trabajo de su Universidad y cuenta con una amplia y reconocida obra literaria:
         En 2005 fue elegido miembro de la Academia Castellana y Leonesa de la Poesía y desde 1998 es coordinador de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos, que anualmente organiza la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura.
         Ha recibido, por el conjunto de su obra, el Premio Internacional de Poesía “Medalla Vicente Gerbasi”, otorgado en Caracas por el Círculo de Escritores de Venezuela; y también el Premio de Poesía “Juan de Baños” 2009, otorgado en Valladolid por los grupos literarios Sarmiento y Juan de Baños, en colaboración con La Obra Cultural del BBVA.
         En poesía ha publicado  La voluntad enhechizada  (Verbum, 2001. Hay versión portuguesa:  O feitiço da vontade , 2004, con traducción de António Salvado),  Madre selva  (2002),  Ofrendas al tercer hijo de Amparo Bidon  (2003),  Pájaros bajo la piel del alma  (Trilce, 2006, con el pintor Miguel Elías),  Hombres trabajando  (2007, con el pintor Luis Cabrera),  Cristo del alma  (Verbum, 2009),  Estação das tormentas  (2009, con traducción de Álvaro Alves de Faria),  Savia de las Antípodas  (Verbum, 2009, con el pintor Miguel Elías y traducciones de An Oshiro y Juan W. Bahk) y  Oídme, mis Hermanos  (Verbum, 2009, con traducciones de Herbert y Sigrid Becher). Hay un libro sobre su obra,  Pérez Alencart: la poética del asombro  (Verbum, 2006) del escritor venezolano Enrique Viloria.
        Su poesía ha sido traducida al portugués, alemán, inglés, ruso, japonés, italiano, árabe, serbio, francés, hebreo, búlgaro, estonio, vietnamita, indonesio, rumano y coreano.

Carralero, pintor de estas tierras
 La Pintura, en su magna expresión, se asemeja al más conmovedor Salterio: inunda las sensibilidades del ser humano, lo remece en su visión exiliada, lo sume en un absorto silencio que dice mucho para luego cantar o manifestar lo deleitoso, desenterrando aquello que está más atrás del paisaje y de las figuras. Por ello, el pintor-pintor debe tener arte para renunciar al arte banal, a lo mimético propio para el decorado.
Estoy en Cacabelos, el hermoso corazón del Bierzo leonés, y es el día 16 de mayo, viernes por la noche. Y estoy en el Museo Arqueológico de Cacabelos (M.AR.CA.), sentado mientras contemplo y entro en comunión con el clarividente cuadro ‘Urueña’, otrora pintado por José Carralero por encargo de las Cortes de Castilla y León para presidir su entrada principal.
Antes de sentarme me acerco para tocar su piel, para que el tacto tome su lugar, su disparadero al entrañarlo, para que la vista lo recorra muy de cerca y lea los estupendos versos que lo acompañan, escritos por mi querido amigo Carlos Aganzo, adalid de los poetas que acompañan, ya para el Tiempo, la obra de uno de los más notables pintores que ha dado Castilla y León. Dicen los versos finales de Aganzo: …¡Cómo juega la tarde con tus muros/ a reflejarse en oro!/ ¡Cómo rompe el milano/ la voluntad oscura de las horas/ por dejar el paisaje detenido/ en su tiempo sin tiempo!/ Hay un cielo de plomo, una promesa/ de voces interiores/ en cada luz que guarda la muralla./ Es tiempo todavía/ de darle al sol desnudo el corazón.
Pues el corazón es lo que damos a este poeta del pincel, Carralero de Cacabelos, su lugar de nacimiento y adonde ha vuelto siempre, pero ahora con una imponente Exposición Retrospectiva que estará abierta durante cuatro meses y que cubre todas sus etapas en esto de la pintura, que en su caso no es una vocación sino un destino.
Estoy en Cacabelos, cuyo alcalde, Adolfo Canedo, se empeñó en honrar a uno de su más distinguidos paisanos. Y veo al cuadro, y me giro un momento para ver hacia otra sala, y oír cómo el pequeño gran Pepe explica ciertas claves que solo el pintor conoce respecto al proceso de creación de sus obras.  Yo me alejé de aquel grupo privilegiado para así poder estar en soledad sonora con ‘Urueña’, es decir con esta Castilla eterna que me acoge desde hace seis lustros, y que ya es tan mía como lo es para Carralero, Fonseca, Muñoz Quirós, Colinas, Aganzo, Tundidor, Quintanilla Buey, Frayle, Verde, Velasco Plaza, García-Camino, Tanarro, González Guerrero, Alonso, Amat, Ledesma, Sagüillo…
De ellos, de los poetas, había hablado sólo unas horas antes, en Ponferrada y dentro de las IX Jornadas de Autor que el Instituto de Estudios Bercianos había organizado en homenaje a Carralero, Mar Palacio al frente, sumándose al “Año Carralero” propiciado por el alcalde Canedo. Otra visión, la de los poetas que admiran a este maestro y que dicen, al unísono: Nuestra voz te encuentra/ en el paisaje,/ Carralero germinado/ de esta tierra-madre  que desteta/ con el hervor de un álamo/ y la piedra imán/ sobre la sien herida…
En Cacabelos vi feliz, como un niño (como su nieto Jaime), a mi viejo amigo Pepe Carralero, Premio Castilla y León de las Artes. Allí estaba con su infatigable Macarena, comisaria de la Retrospectiva que incluye un ejemplar catálogo.
Allí empezó todo, y allí ha vuelto para homenajear a sus paisanos.


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