sábado, 15 de febrero de 2014

La charca de San Bartolo ya es un lago…o casi





     La abundancia de agua que nos está cayendo este invierno, además de aumentar considerablemente el caudal del Cúa, ha provocado una notable subida del nivel de la charca de San Bartolo. Como se puede apreciar en la fotografía, sus aguas sobrepasan los límites a los que nos tienen acostumbrados.
      No entiendo muy bien  por qué nos hemos acostumbrado siempre el uso despectivo de la palabra charca para referirnos a ese singular humedal que tanto hemos disfrutado en tiempos pasados. ¿Quién concede el título de charca, laguna o lago? ¿Qué medidas se exigen para pertenecer a una u otra categoría?
     Me viene a la memoria El inglés que subió una colina pero bajó una montaña, divertida película inglesa interpretada por Hugh Grant. En ella se narra la pequeña historia de un pueblo que presume de tener la primera montaña de Gales. Unos cartógrafos dictaminan que le faltan 15 pies para ser montaña, es una colina. Todo el pueblo, gente muy testaruda, colaborará para conseguir elevar la colina hasta alcanzar la medida reglamentaria exigida para ser montaña.
     Seguramente nada podremos hacer por cambiar la denominación, pero a mí me suena mal charca. Si elevamos su categoría y pronunciamos en voz alta “Lago de San Bartolo o Laguna de San Bartolo”, parece que se nos ensanchan los pulmones. No en vano ese lugar ha sido emblemático para muchas generaciones de cacabelenses en sus años de infancia y juventud.


    Hace pocos días recordaba el cacabelense Luciano López Sernández desde tierras mañas las nevadas caídas en nuestro pueblo en los años de su infancia (también la mía) y la alegría que suponían para los niños. Seguramente tampoco habrá olvidado las fuertes capas de hielo que se formaban en las aguas de los últimos arcos del puente, hasta el punto de permitirnos patinar sobre ellas.
    Y ya que estamos evocando el pasado- vivimos en la nostalgia- muchos tendréis presentes aquellos primeros baños de la temporada en San Bartolo. Allá por el mes de abril o principios de mayo las aguas del Cúa bajaban todavía muy frías, incluso las que permanecían retenidas no eran aún muy apetecibles. Así que la mejor manera de satisfacer los deseos de darse un baño era toda una aventura: escapar a San Bartolo, meterse en la charca desnudos y justificar al regresar a casa la ligera capa de barro que cubría tu cuerpo (el agua no estaba precisamente limpia ni había duchas al salir).
    Los más expertos conseguían capturar buen número de ranas y posteriormente solían vender al dueño de algún bar o en domicilios particulares. Las ancas de rana eran ya un bocado muy apetecible. Incluso los patos salvajes anidaban y anidan (en ocasiones) entre los juncos.
   Charca, laguna o lago de San Bartolo. Un pequeño espacio de Cacabelos que no deberíamos olvidar.

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