martes, 8 de noviembre de 2011

Cantinflas se paró en Cacabelos


El actor mejicano Cantinflas (Mario Moreno Reyes, 1911-1993) fue durante varias décadas una de las máximas estrellas del cine de habla hispana. Los espectadores llenaban los cines para contemplar una y otra vez al personaje tan peculiar, “el pelao”, creado por él. Aunque lo intentó, no logró el mismo éxito en los Estados Unidos. Su humor estaba muy unido a su idioma natal, el hispano-mejicano, y era muy poco comprensible para el público del Norte pese al doblaje.
Sube y baja, el Padrecito, La vuelta al Mundo en 80 días, El bolero de Raquel, Por mis pistolas... y tantas otras películas hicieron las delicias de todos los públicos.
En Cacabelos no se paró por propia voluntad. No llegó hasta aquí para acudir al estreno de alguno de sus triunfos en la gran pantalla. Y no sería porque la fama le hubiese sido esquiva. Si daban una de Cantinflas, el cine Litán  tenía que proveerse de sillas accesorias para acomodar a la gran demanda de entradas. No, el motivo está alejado del mundo de la farándula.
La carretera Nacional Sexta cruzaba nuestro pueblo. Enfrente de la gasolinera se encontraba el mojón indicando el Km. 401 y en la bajada del puente hacia las Angustias, el 402. Aunque el tráfico no es comparable al de hoy en día, sí que era muy abundante para aquellos años de la segunda mitad del siglo XX. Y a Cacabelos esa carretera le daba una categoría especial.
Además del tráfico habitual de viajantes y mercancías, se añadía el de los personajes de toda índole que se dirigían a Galicia o que regresaban a la Meseta. Prácticamente todas las semanas santas, y algún verano que otro, veíamos pasar a Franco y toda su comitiva  a media tarde hacia tierras gallegas(solía comer en el parador nacional de La Bañeza ). El Lunes de Pascua regresaba y cruzaba nuestro pueblo coincidiendo casi siempre con la procesión de la Virgen de la Angustia. ¡Qué casualidad!
 
Un atardecer del verano de 1949 jugaba en la acera de su casa(actualmente Peyma y antes Casa Gato) un niño de seis años. Allí su madre regentaba una casa de comidas. Aún estaban lejos los restaurantes, los restauradores, la deconstrucción  de la tortilla y demás. Creo que uno de los platos que mejor deconstruía la señora, era el gato vagabundo. Muchos lo recuerdan como un plato algo sublime  gracias al punto de asado que sabía dar al minino la cocinera.
Víctor ante el lugar donde fue atropellado
Sigo, que me pierdo. Aquel chavalín era Víctor, actualmente dueño del Apóstol. En un movimiento insensato se lanzó a cruzar la carretera sin encomendarse a dios ni al diablo. Un enorme coche negro, un haiga, le golpeó y lanzó por los aires. Los tres ocupantes del auto se apearon asustados intentando comprobar los daños causados. Víctor, aturdido por el golpe, apenas se enteró del jaleo. Llevado en volandas por alguno de los testigos hasta la consulta del médico, se comprobó que tenía un brazo roto y magulladuras sin importancia.
Esperando noticias del herido y pasado el susto, alguien descubrió que uno de los pasajeros era el mismísimo Cantinflas, convirtiéndose desde ese momento en el centro de atención de los presentes y de los que iban llegando al extenderse la noticia. Sin embargo, el actor y su pequeño séquito se retiraron enseguida con la familia del dolorido Víctor al interior de la casa preocupados, como estaban, por el estado del chaval.
Según me cuenta ahora Víctor, fueron muy amables, abonaron los gastos médicos y cree, aunque no está muy seguro, que también le dieron cierta cantidad de dinero a su madre. Todo quedó solucionado en pocas horas. Unos continuaron hacia Madrid, donde estaba su lugar de destino, y otro se quedó con el brazo en cabestrillo sin ser consciente de  por quien había tenido el honor de ser atropellado.
¿Habría jugado el destino con nuestros dos personajes? ¿Qué fuerzas misteriosas intervinieron para que cruzaran sus vidas entre el Km. 401 y el 402? Víctor es conocido cariñosamente por el apodo Charli o Charlot, heredado de su padre. ¡Fijaos! Charlot y Cantinflas, los  apodos de los dos actores cómicos más grandes del mundo unidos en Cacabelos.
Si hubiese sido hoy, Víctor se pasearía durante una temporada por las televisiones de las norias y esas zarandajas contando cómo y por quién había sido atropellado. Enseñaría una y mil veces la escayola del brazo a las cámaras y de paso aprovecharía para contar las maravillas culinarias que hacía su madre con los gatos.

1 comentario:

  1. Curiosa historia la verdad, vaya aunque paso de gente conocida de esta manera es agridulce, eso si por lo visto se porto cantinflas.

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