domingo, 5 de mayo de 2019

VIAJE AL ORIGEN DE LA HALTEROFILIA BERCIANA (colaboración de Pepe Couceiro)


Matías Fernández en la Pascua de 1985/Fotograma vídeo


(Breve historia de dos leyendas y un entrenador)
Por Pepe Couceiro

A finales de la década de los 60, un visionario del deporte lleno de energía se las ingeniaba para moldear su cuerpo en un minúsculo local con pesas caseras que, los que allí dejaban diariamente su sudor, habían fabricado con sus propias manos a base de cemento, aprovechando los moldes de las antiguas latas de conserva. Os hablo de Santos Uría Cascallana, impulsor junto a unos pocos de la halterofilia en el Bierzo, el que la dio a conocer en nuestro pueblo y el que verdaderamente la llevó hasta las más altas cotas de triunfo y esplendor. En la actualidad, los ecos de aquella olvidada hazaña resuenan cada vez que los medios de comunicación nacionales nombran a una campeona como Lydia Valentín. 
Santos, en su pasión por el levantamiento de pesas y tras ponerse en contacto con el entonces presidente de la Federación Leonesa de Halterofilia, el ponferradino José Luis Sáez y siguiendo el consejo de este, decidió fundar al inicio de los años 70 junto a José Luis Prada (nuestro Prada A Tope, en aquellos tiempos embarcado en el club de piragüismo), el primer club de halterofilia de Cacabelos. Como sede de entrenamientos eligieron un edificio abandonado, utilizado años atrás como escuela local para niñas (en la actualidad solo existe el solar que lo albergaba enfrente del restaurante El Refugio) (Foto 1). 



Foto 1: Un escultural Pepe Santos (Gafas) posando delante de la fachada del edificio que albergó el gimnasio donde entrenaban los apasionados de la halterofilia. Gentileza de Pepe Santos.

En cuanto obtuvo el título de entrenador comenzó a poner en práctica sus conocimientos con los alumnos mayores de 14 años que asistían a sus clases particulares. Ellos fueron los primeros halterófilos del pueblo. 

En uno de los partidos de fútbol que con frecuencia disputaban entre amigos en el campo de San Bartolo, Santos se fijó en un chaval de Quilós que, por su complexión física, parecía perfecto para la práctica de la halterofilia. Sin pensárselo dos veces, al día siguiente de haberle propuesto entrenar, este desconocido joven comenzó los entrenamientos y, sin que nadie lo supiera ni presintiera, la primera leyenda berciana de este deporte iniciaba su andadura: Matías Fernández Fernández (Foto 2).



Foto 2. Matías Fernández y Pepe Santos a finales de los años 70. Gentileza de Pepe Santos.

En uno de los torneos que, por aquellos años nunca faltaba en los domingos de Pascua (Foto 3), a Matías se le ocurrió batir el record de España en la modalidad de arrancada con 105 kilos (categoría 67,5 kilos).


Foto 3. Entrega de trofeos en un torneo de halterofilia en la Pascua de 1976. Aunque Matías ya estaba entrenando en la residencia Joaquín Blume de Madrid, puede comprobarse la popularidad que este deporte había generado en nuestro pueblo. En la foto podemos reconocer al alcalde del momento, D.Augusto, a Santos Uría y a José Luis Prada, como organizadores del torneo, al entrañable Raúl Lago como gran levantador y a un jovencísimo y atento Javier Omar (con gafas) entre el público. 

Esta proeza y ser considerado por los estamentos de la federación nacional como el levantador más técnico del país, desencadenó la oportunidad de su vida: poder acceder a la residencia Joaquín Blume, adscrita al Centro de Alto Rendimiento del Consejo Superior de Deportes del Ministerio de Cultura y Deporte de España. Solo había un problema y este no estaba relacionado con la halterofilia. Para realizar el ingreso necesitaba el título de graduado escolar. Fue Santos, de nuevo de manera altruista, el que tomo la decisión de prepararlo por las tardes en sus clases hasta conseguir la acreditación. Por fin, en 1974 se trasladó a la residencia y, al poco tiempo, fue seleccionado para participar en las olimpiadas de Moscú del año 1980. Desgraciadamente todo el esfuerzo realizado por Matías se quedó en nada por el boicot internacional de un buen número de naciones que habitualmente participaban en la competición de halterofilia. Pero la vida, sin dar tregua, siguió su curso y, tras lograr varios campeonatos de España consecutivos, Matías obtuvo el gran honor de ser designado seleccionador nacional. Para que toda su carrera tuviera el colofón más deseado debía cosechar éxitos como seleccionador y fue entonces cuando, como si la vida jugara para él con un “as” en la manga, apareció una vecina de Camponaraya con unas capacidades extraordinarias. Matías, aplicando las lecciones aprendidas de su entrenador Santos Uría, la convirtió en poco tiempo en campeona del mundo y olímpica. Desde un mismo origen berciano el ciclo de personas y acontecimientos se había cerrado mágicamente, teníamos ante nuestros ojos a la leyenda más grande de este deporte en nuestro país: Lydia Valentín.

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Fueron muchos los levantadores que pasaron por la tarima de aquel improvisado gimnasio: los hermanos Varo y Ramón, Pepe Santos (Gafas), Raúl lago (hermano de Luis), Ángel (el de Demetrio), Ribero, Vitín, Lobato, hermanos Ramos y muchos más. Junto a mis amigos de la infancia Isidro, Jose, Jaime y Toño, solo llegué a convivir durante un par de años con unos pocos. No obstante, las vivencias personales que compartí con ellos me parecieron las de toda una vida llena de intensas experiencias. Por ejemplo, los calentamientos los realizábamos corriendo varias veces alrededor de la manzana del edificio; al finalizar los entrenamientos, bajábamos a la reguera cercana a recoger agua en cubos, a veces muy cerca del punto de congelación, que luego acarreábamos hasta el gimnasio y, en unas dependencias para duchas inexistentes, nos la tirábamos unos a otros tras el correspondiente enjabonado; incluso llegamos a formar parte de un espontáneo y temporal equipo de rugbi gracias a la figura de un forastero que apareció de repente en el pueblo y que resultó ser un entrenador profesional de este duro deporte.

Matías Fernández concentrado en una competición bajo los soportales del Ayuntamiento/Fotograma vídeo 1985

Para finalizar, me gustaría destacar la nobleza de aquellas gentes como patrón común e individualmente la voluntad, tenacidad y disciplina de Santos Uría, la nobleza, pundonor y, sobre todo, la humildad y la bondad de Matías. Durante los años que lo vi entrenar no faltó un solo día. Si no recuerdo mal, las sesiones comenzaban a las 8 de la tarde para que pudiera ayudar en las faenas del campo a sus padres o terminar la jornada laboral cuando trabajaba de albañil. Me siento un privilegiado por haber compartido esos meses con él. 

En el reciente pregón de Pascua (Foto 4) nos habló con palabras que brotaban inequívocamente de lo más profundo de su corazón, siendo las primeras las que dedicó a su mentor, a la persona que confió ciegamente en él y que propició una carrera repleta de éxitos. Mientras tanto Santos, con una sonrisa de lado a lado, las escuchaba realmente emocionado (Foto 5).

 
Foto 4. Matías leyendo el pregón de Pascua 2019.


Foto 5. Un Santos emocionado escuchando las palabras de Matías.

AGRADECIMIENTOS: Mi agradecimiento a Santos Uría Cascallana por los datos que me facilitó con su habitual amabilidad y por trasladarme fidedignamente la secuencia de los acontecimientos aquí narrados y a José Santos por el valioso material fotográfico con el que se ha enriquecido sustancialmente el texto.
Os invito a que escuchéis a Matías en una entrañable entrevista que no hace mucho le hizo Michael Robinson en el siguiente enlace: 

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